Cariño, esta noche te ato". Látigos, esposas y trajes de cuero vienen a la imaginación cuando se habla de sadomasoquismo. Y nos transportamos a la trilogía "Cincuenta sombras de Grey".
Vestirse de empleada doméstica y complacer los deseos de tu hombre. Que te aten o te den una nalgada… La sexualidad se va liberando de tabúes y muchas prácticas antes prohibidas empiezan a formar parte de nuestro repertorio sexual. Sin embargo, surge una pregunta: ¿qué nos hace disfrutar de atar o pegar a nuestra pareja sexual o viceversa?
Que se hagan cargo de ti por completo, abandonarte al otro, puede ser una fuente de placer extremo. Puede resultar tremendamente excitante abandonar todo control y lanzarse a lo desconocido…
Por otra parte, al ser un juego consentido, nos libera de la mirada y el enjuiciamiento del otro. Y, al final, los frenos del placer se desbloquean. Puede parecer paradójico, pero "una mujer que disfruta cuando la atan es activa en su goce sexual".
Atreverse a ejercer un poder tiránico es mucho más placentero de lo que podríamos pensar. "Todos tenemos el deseo de ejercer poder sobre el otro". Dentro de este marco de dominación consentido que además tiene en cuenta los límites de la pareja.
Para ponerlo en claro: vendarle los ojos o pedirle una nalgada no es envilecedor e incluso puede ser una experiencia enriquecedora. La condición es que el placer sea compartido y que las reglas se respeten aún en el ardor de la batalla.
¡A veces solo la diferencia es una fina línea de dolor y placer!
