Una mujer de Glasgow, Escocia fue a su farmacia de confianza para surtir su receta médica, pero el cajero simplemente no entendió la receta y regresó a la señora de donde venía: el hospital.
No, no la mandó a preguntar cuál era el medicamento al doctor. El hombre le entregó a la mujer un medicamento para la disfunción eréctil, pero el médico había recetado VitA-POS, un lubricante para ojos.
Esta mujer sufrió dolores de ojos, visión borrosa e inflamación y todo porque el cajero nunca entendió los jeroglíficos en la receta.
Después de unos días, la señora sanó, pero la erección ocular no se la quitan.
